En general,
se ha relacionado a la pobreza con niveles bajos de ingresos económicos y se
mide a través de la renta de las personas o los hogares. No existe un criterio
universal o absoluto, se trata de un criterio relativo teniendo en cuenta
cuándo y dónde se realiza la medición, dependiendo del nivel medio de ingresos
y el territorio donde se lleva a cabo.
A pesar de ello, se han ido
elaborando otras formas de medir la pobreza y sus dimensiones que ha cambiado a
lo largo del tiempo. Los ingresos es un factor importante, sin embargo han
aparecido otros mecanismos de segregación social como el acceso a la información,
la escolarización, la vivienda o el empleo. Ante la reconsideración de los
modelos del estado de Bienestar, es necesario destacar los nuevos
desequilibrios que continúan emergiendo en la sociedad, como es el caso de la
marginación política, social, económica y laboral que afectan a ciertos
colectivos cada vez más significativos de la población.
El crecimiento de nuevas formas
de desigualdad como es el caso de las irregularidades administrativas de los
extranjeros en España, que puedan sufrir explotaciones laborales. La
irregularidad de los derechos y libertades básicas de las personas sea cual sea
su origen o nacionalidad o muchos otros como la precariedad laboral, los
déficits de formación, la falta de vivienda digna o de acceso a la misma, las
precarias condiciones de salud, la falta de relaciones sociales estables y
solidarias, la ruptura de lazos y vínculos familiares, etc.
Las grandes cambios que se han
llevado a cabo y continúan actualmente en las sociedades contemporáneas en el
ámbito productivo, social, y familiar ha dado lugar a transformaciones en
muchos colectivos que han creado sus pausas de defensa, ayuda y desarrollo en
la sociedad.
La crisis del estado de bienestar
y los efectos de la globalización
económica han ido conduciendo a la desprotección de capas sociales cada vez más
amplias. A esta falta de crecimiento de la cobertura pública ante las nuevas
situaciones de desigualdad, hay que añadir además la creciente precariedad en
el ámbito de lo laboral, y también los efectos de la liberalización del mercado
de la vivienda que ocasiona, situaciones de agravamiento en las condiciones de
vida y de desarrollo de los menos favorecidos.
Los cambios que se han producido
en el sistema económico y social en España, se hallan en la base de los nuevos
procesos de exclusión social. Se destacan los siguientes:
La llamada fragmentación de la
sociedad en una serie de puntos clave que hacen de la nueva realidad un cuerpo
social mucho más complejo y diverso. Junto a la creciente diversidad étnica y
cultural derivada de las migraciones, las respuestas políticas que se han
ofrecido no han logrado afrontar con éxito la situación jurídica o
administrativa de muchas de estas personas. También es necesario considerar el
envejecimiento progresivo de la población, con la dependencia económica y
sanitaria que conlleva y el creciente pluralismo en las formas de convivencia
familiar, ya que ello contribuye de forma muy clara a la emergencia de nuevos
grupos sociales con dificultades variables de inclusión social plena.
Por otra parte, el impacto de la
nueva economía postindustrial sobre el mercado de trabajo ha desencadenado la
transición hacia un modelo más basado en la información y el conocimiento, que
en la producción mercantil. Para muchos sectores de la población, este cambio
económico hacia un modelo de capitalismo menos regulado y más capaz de
aprovechar las ventajas de una economía globalizada ha generado la aparición de
nuevos grupos sociales que sufren directamente las consecuencias más negativas
de todo ello. Se trata de colectivos como el de los jóvenes que ven cómo las
trayectorias lineales y rápidas hacia el empleo industrial asalariado y
estable, han dado paso a la emergencia de un abanico de trayectorias de
inserción muy complejo, precario y cada vez más fugaz en el tiempo.
Para terminar, la flexibilidad en los procesos de producción
que tiene lugar en el marco de esta nueva economía de la información, ha
originado la aparición de un empleo nuevo, pero de menor calidad y más
precario, mientras se asiste a la destrucción de una parte importante de empleo
estable, mediante la desregulación laboral de muchos sectores que han visto
deteriorar sus condiciones laborales y sus parámetros tradicionales de
protección social. Este conjunto de cambios en las esferas productivas y
laborales, se relacionan con la aparición de nuevos espacios de exclusión y
vulnerabilidad social que no afectan exclusivamente a los jóvenes y a las
mujeres, sino también, dentro del conjunto de la población, a quienes poseen
mayores cargas familiares.
Estas
situaciones pueden verse reforzadas por el significativo déficit de las
políticas públicas que se habían ido implantando en décadas anteriores en toda
Europa, y más tarde en España, y por las dificultades para responder a todo
ello desde la iniciativa social. Por la experiencia acumulada que vivió Europa
occidental en la segunda mitad del siglo XX y las políticas sociales que se
fueron desarrollando en esa época, que el estado y su acción u omisión fue operando
como un factor clave a la hora de matizar los efectos de la desigualdad. De
esta forma, podríamos afirmar que las acciones puestas en marcha o emprendidas
en los últimos años en Europa y en España en particular, no han sido del todo
satisfactorias para lograr detener el incremento de las fracturas de
ciudadanía, ya sea por la relativa
escasez de medios empleada o por la falta de integralidad de esas políticas
para abordar los fenómenos a los que se enfrentaban. Se ha desarrollado de esta
forma por la dificultad de las políticas de bienestar más tradicionales para
tratar de dar respuesta a fenómenos de nuevo corte. Como por ejemplo las
pensiones no contributivas vinculadas a la viudedad o el seguro obligatorio de
vejez, que la mayoría de veces no alcanzan ni siquiera los límites considerados
en la definición del umbral de pobreza.
La
cobertura social que ofrece la administración pública no es suficiente, en
muchos casos, para evitar las situaciones de pobreza económica. Es posible
observar la retirada o fracaso de las políticas clásicas de bienestar en campos
como el de la vivienda, donde la presencia pública es muy débil y no alcanza a
regular o compensar la deriva de un mercado inmobiliario y del suelo que se ha
liberalizado completamente en pocos años.
Gráfico España
Fuente
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